"Pues bien, cuando Pedro fue a Antioquía, le eché en cara su comportamiento condenable."1
En más de una ocasión Jesús enfrentó a los fariseos en términos inciertos por su comportamiento hipócrita, al igual que lo hizo el apóstol Pablo a Pedro en el verso antedicho de las escrituras. ¿Cuándo es correcto que enfrentemos a los demás y cuando es necesario mantenerse en silencio? ¿Cómo sabemos cuándo estamos reaccionando en proporción con lo que ha sucedido o si estamos reaccionando de mas? ¿Cuándo alguien nos atacamos personalmente, cuándo ofrecemos la otra mejilla? ¿O cuándo nosotros vemos el mal en la sociedad, los negocio, o en la política, debemos hablar o debemos de mirar hacia otro lado y no decir nada?
Cuando la gente atacó a Jesús y lo acusa falsamente, él continuó sin estar a la defensiva y no dijo nada porque él no tenía nada que ocultar. Por otra parte, cuando la gente hizo mal uso de la casa de Dios y utilizó a los demás para su propio beneficio e incluso intentó ocultar su hipocresía detrás de la fachada de una piedad religiosa, o amó más a sus reglas legalistas artificiales de lo que amó a sus semejantes, Jesús habló en contra de ellos. Él incluso utilizó un látigo para sacar a los vendedores del templo.
El fondo de todo son nuestros motivos. Jesús hizo siempre lo que él hizo porque él amó a Dios y él amó a la gente. Él atacó la maldad directamente porque era destructiva para quienes el ama—nosotros. Además, Jesús siempre habló con autoridad pero nunca era autoritario, rígido, controlador o manipulador porque él actuaba desde un motivo puro y no tenía ninguna agenda oculta.
Lo qué necesitamos hacer si vamos a hacer un impacto en nuestro mundo es, primero que nada, reconocer nuestros propios defectos y con la ayuda de Dios, trabajar para superarlos. En segundo lugar, necesitamos amar las cosas que Dios ama y odiar las cosas que él odia y hablar en contra de las cosas que él odia como lo hizo Jesús. Necesitamos estar enojados con esto también. Simplemente no podemos amar lo que está correcto sin odiar lo impuro.
Recuerde que la mansedumbre no es debilidad, y también las palabras de Edmund Burke quién dijo, son "todo los que es necesario para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada."
Se sugiere al siguiente oración: "Dios mío, por favor dame la intuición para discernir lo que esta bien de lo que está mal, y dame el valor para estar firme y ser contado, hablar en contra del mal y enfrentarlo pero siempre en una forma cristiana. Ayúdame a tener la disposición de poner algo de mi parte para causar el cambio. Gracias por escuchar y responder a mi oración. De todo corazón en el nombre de Jesús, Amén."
1. Gálatas 2:11 (NVI).
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